
Doscientos años después, Aristóteles también coincidió en la misma idea. Y dio algunas justificaciones sencillas: al alejarse los barcos, primero se dejaba de ver el casco y finalmente las velas. Las estrellas que se observaban en el cielo eran distintas según se viajase hacia el Norte o hacia el Sur. Además, la sombra de la tierra sobre la Luna durante los eclipses de Luna es circular.
Con la aceptación del modelo heliocéntrico de Copérnico, como ya vimos, comenzó a considerarse la idea de que nuestro planeta giraba sobre sí mismo, además de hacerlo alrededor del Sol.
Luego de la primera circunnavegación (Magallanes – Elcano. 1519-1522), los pueblos europeos del Mediterráneo y sus vecinos del Norte recién tuvieron suficientes pruebas para aceptar la redondez del planeta y una idea menos imprecisa de su superficie. En cambio, la comprensión de los helados del Ártico y la Antártica demoró mucho más en las diversas latitudes: la expedición a los polos recién se realizará a principios del siglo XX. A partir de la llegada a James Cook a las costas de Tasmania en 1776, las grandes potencias coloniales se asombraron ante el especial ambiente de Oceanía.
Ya no cabían dudas acerca de la forma aproximada de la Tierra, pero surgían nuevos testimonios para promover la investigación.
Hacia 1660. Newton dio la explicación científica de una característica que otros ya suponían. Aplicando sus conocimientos sobre los movimientos circulares, sostuvo que la rotación terrestre con un eje polo a polo producía una deformación que engrosaba la zona ecuatorial del planeta.
En 1851 una experiencia realizada por el físico francés Jean Foucault terminó con las dudas acerca de la realidad del movimiento de rotación terrestre. Foucault colgó una bola de hierro de unos 30cm

En cuanto a los movimientos, sabemos que la comprobación más simple de la rotación la da la alternancia del día y la noche. La traslación (es decir, el viaje alrededor del sol) se verifica con la duración del año.
La inclinación del eje de rotación con respecto al plano de translación en torno al sol explica las estaciones del año.
Otros movimientos más complejos se conocen debido a las variaciones periódicas de los efectos de la atracción de la luna y el sol, así como a la desigual distribución de la densidad terrestre.
La búsqueda del conocimiento que permitirá una mejor comprensión de las características del planeta fue liderada por Francia y Gran Bretaña. Por aquel entonces (siglos XVI a XVIII), la navegación marítima requería buena cartografía, es decir buenos mapas. Y el desarrollo de economías complejas, resulto de la Revolución Industrial y la adopción de políticas colonialistas, impulso la exploración de todos los rincones del planeta. Precisamente fue resultado evidente que no había “rincones”, porque, al menos en principio, el planeta era una enorme bola.
Una nueva verificación de la forma de la tierra se logró con el desarrollo de la llamada “carrera espacial”. Las primeras imágenes enviadas por naves espaciales confirmaron lo conocido.